jueves, 4 de marzo de 2010

Comentario de texto: Vidal de la Blache

Las divisiones fundamentales del territorio francés

Una de las dificultades que hacen vacilar frecuentemente a la enseñanza geográfica es la incertidumbre sobre las divisiones que conviene adoptar en la descripción de las regiones. El asunto tiene más alcance de lo que en principio podría creerse; se refiere en realidad a la propia concepción que se tiene de la geografía. Si esa enseñanza se entiende como una nomenclatura que hay que añadir a otros conocimientos prácticos del mismo tipo, la búsqueda de las divisiones convenientes resulta muy sencilla. El mejor método será el mejor memorándum. Pero para quien pretende, por el contrario, tratar a la geografía como una ciencia, el asunto cambia de aspecto. Los hechos se aclaran según el orden con el que se agrupen. Si se separa lo que se debe aproximar, si se une lo que se debe separar, se rompe toda relación natural; es imposible reconocer el encadenamiento que enlaza, sin embargo, los fenómenos de los que se ocupa la geografía y que constituye su razón de ser científica.


Se nos permitirá considerar como indiscutible en principio que la geografía debe ser tratada en la enseñanza como una ciencia y no como una simple nomenclatura. Vamos a intentar, pues, no tanto discutir los procedimientos como aclarar un principio metodológico. Lo más seguro y mejor en semejante materia es elegir un ejemplo: lo natural es que sea el de Francia.
I) [...] Se puede uno preguntar, ante todo, si es necesario dividir en regiones el país que se quiere estudiar, y si no sería más sencillo examinar separadamente y uno detrás de otro sus principales aspectos, cosas, relieve, hidrografía, ciudades, etc. Es fácil mostrar que un sistema así iría directamente contra la finalidad que se propone la geografía. Esta ve en los fenómenos su correlación, su encadenamiento; busca en ese encadenamiento su explicación: no hay que empezar pues por aislarlos. ¿Puede describirse de forma inteligible el litoral sin las tierras del interior, los acantilados de Normandía sin las mesetas de creta de las que forman parte, los promontorios y los estuarios bretones sin las rocas de naturaleza diferente y de desigual dureza que constituyen la península? Ocurre lo mismo con la hidrografía y la red fluvial, que dependen estrechamente de la naturaleza del terreno. ¿Por qué aquí las aguas se concentran en canales poco numerosos, mientras que en otras partes se dispersan en innumerables redes y discurren por todas partes? ¿Por qué el mismo río cambia, durante su curso, de aspecto y de ritmo, unas veces encajado, otras ramificado, claro o turbio, desigual o regular, adoptando, sucesivamente, en resumen, los caracteres de las regiones que atraviesa? El geógrafo estudia en la hidrografía una de las expresiones en las que se manifiesta una región, y actúa de igual manera con la vegetación, con las viviendas y los habitantes. No debe ocuparse de estos distintos temas de estudio ni como botánico ni como economista. Pero sabe que de estos diferentes rasgos se compone la fisonomía de una región, es decir, ese algo vivo que el geógrafo debe aspirar a reproducir. La naturaleza nos pone pues en guardia contra las divisiones artificiales. Nos indica que no hay que parcelar la descripción, sino que, por el contrario, hay que concentrar sobre la región que se quiere describir, y que hay que delimitar entonces convenientemente, todos los rasgos propios necesarios para caracterizarla. [...] Francia no es una maquinaria que se pueda desmontar y exponer pieza por pieza.

Pero hay que elegir bien estas divisiones regionales; y henos aquí de nuevo en el tema. Sería poco razonable tomar como guía, en materia geográfica, divisiones históricas o administrativas. No hablo aquí de nuestras 86 unidades departamentales, que no podrían tomarse seriamente como marcos de una descripción geográfica. Pero se ha afirmado a veces que las antiguas provincias ofrecían un sistema de divisiones acorde con regiones naturales. Hay que señalar que esta opinión ha sido emitida fundamentalmente por geólogos; quizá los historiadores tendrían dificultades para compartirla. Cuando se repasan mentalmente los incidentes históricos, los azares sucesorios, las necesidades circunstanciales que han influido sobre la formación de estos agrupamientos territoriales, surgen dudas sobre la concordancia que puede existir entre una provincia y una región natural. Esta concordancia existe, sin embargo, hasta cierto punto en determinadas provincias. Champaña y, sobre todo, Bretaña pueden servir de ejemplos. Pero lo más frecuente es que las provincias nos ofrezcan una amalgama heterogénea de regiones muy diversas; la composición territorial de Normandía o del Languedoc no responde en absoluto a una división natural del territorio.
Las divisiones geográficas no pueden proceder más que de la propia geografía. Esto ha quedado claro; pero entonces se ha imaginado esa división por cuencas fluviales, a la que, a pesar de las justas críticas que provoca, no es seguro que la enseñanza haya renunciado en todas partes, pues no se renuncia en un día a costumbres inveteradas que libros y mapas llamados geográficos han acreditado a conciencia. Este sistema de divisiones es sencillo en apariencia, pero no tiene más que la apariencia de la sencillez. En realidad no puede ser más oscuro. Lo artificial no puede ser claro; pues al destruir las relaciones naturales de las cosas se condena uno a no darse cuenta de nada: es ponerse en contradicción con realidades que saltan a la vista. Aplicada a Francia, la división por cuencas fluviales separa comarcas que la naturaleza ha unido, como los “países” del curso medio del Loira y los del Sena. Destruye la unidad del Macizo Central. ¡Un geólogo dijo en cierta ocasión que la existencia del Macizo Central, particularidad bastante importante del territorio francés, había pasado desapercibida para los geógrafos! [...]

II) Intentemos pues clarificar lo que hay que entender por región natural. El mejor medio para ello será librarnos de toda rutina escolástica y situarnos, siempre que sea posible, ante realidades. La geografía no es precisamente una ciencia de libros; necesita la colaboración de la observación personal. La naturaleza, en su inagotable variedad, pone al alcance de cada uno los objetos de observación, y se puede garantizar a los que se dedican a ello menos esfuerzo que placer.


Entre Etampes y Orleáns, atravesamos en tren un “país” llamado la Beauce; e incluso sin bajar del vagón, distinguimos algunos caracteres del paisaje: un terreno indefinidamente llano, sobre el que se desarrollan campos cultivados alargados, muy pocos árboles, muy pocos ríos (durante 65 kilómetros no se atraviesa ninguno), sin casas aisladas; todas las viviendas están agrupadas en aldeas o pueblos.

Si atravesamos el Loira encontramos, al sur, un “país” igual de llano, pero cuyo terreno tiene un color diferente, en el que abundan los bosques y las lagunas: es la Sologne. Al oeste de la Beauce, entre las fuentes del Loira y del Eure, aparece un “país” accidentado, verde, fragmentado por cercas y por hileras de árboles, con viviendas diseminadas por todas partes, es el Perche. Entremos en Normandía. Si en el departamento de Sena Inferior, examinamos los dos distritos contiguos de Yvetot y de Neufchâtel, ¡qué diferencias! En el primero todo es llanura, campos de cereales, granjas cercadas cuadrangularmente por grandes árboles, amplios horizontes. En el segundo no se ven más que pequeños valles, setos vivos y pastos. Hemos pasado del “país” de Caux al “país” de Bray. La forma de vivir de los habitantes ha cambiado con el terreno. Si, en el departamento de Calvados, abandonamos el Campo de Caen para entrar en el Bocage, se nos presentan contrastes diferentes, pero no menos acusados. Los hombres difieren como el terreno [...].

No tenemos pues más que mirar a nuestro alrededor para recoger ejemplos de divisiones naturales. Estos nombres, en efecto, no son términos administrativos o escolares; son de uso cotidiano, el propio campesino los conoce y los emplea. Como productos que son de la observación local, no puede abarcar grandes extensiones: son restringidos como el horizonte de los que los utilizan. Son “países” más que regiones. Pero no por ello tienen menos valora para el geógrafo. La expresión “país” tiene la característica de que se aplica a los habitantes casi tanto como al terreno. Cuando hemos intentado penetrar en la significación de estos términos, hemos visto que no expresan una simple particularidad, sino un conjunto de caracteres extraídos a la vez del terreno, de las aguas, de los cultivos, de la disposición de las viviendas. ¡He aquí, pues, tomado del natural, ese encadenamiento de relaciones que parte del terreno y que desemboca en el hombre, y del que decíamos al comienzo que debía constituir el objeto propio del estudio geográfico! Instintivamente adivinado por la observación popular, este encadenamiento se precisa y se coordina mediante la observación científica. Para comprender lo que la enseñanza geográfica le exige, un maestro no podría encontrar mejor ejercicio y mejor guía que estos nombres de “países”. Aquí están, en efecto, las que yo llamaría fuentes vivas de la geografía. Sería muy sorprendente que este estudio no le hiciese rechazar para siempre las malas divisiones artificiales, que no sirven más que para desconcertar a la vista y a la mente.

Pero, se dirá, ¿cómo aplicar una división por “países” a la enseñanza de la geografía de Francia, para que pueda practicarse en las escuelas? No recomendamos, en efecto, su aplicación directa. Además de las dificultades frecuentemente insuperables que supondría su delimitación, hay en la propia exigüidad de estas divisiones una razón perentoria. El estudio del territorio estaría fragmentado más allá de toda medida admisible en una enseñanza dirigida a escolares; las relaciones generales correrían el riesgo de desaparecer en el análisis demasiado fragmentario del detalle.

Pero aconsejamos a los maestros que utilicen estas divisiones, que les ofrecen los propios habitantes, de una forma indirecta, es decir, que se inspiren en ellas para elevarse hasta los agrupamientos más generales que les son necesarios. El principio de estas divisiones más generales debe buscarse en el orden mismo de los hechos naturales. ¿En qué se basan, en definitiva, estas divisiones de “países”? Resumen un conjunto de fenómenos que dependen casi siempre de la constitución geológica del terreno. La geología y la geografía son, en efecto, dos ciencias distintas, pero que se relacionan estrechamente. El geólogo se propone, al estudiar los terrenos, determinar las condiciones en las que se han formado; intenta reconstruir, capa tras capa, la historia del suelo. Para el geógrafo el punto de partida es idéntico, pero la finalidad difiere. Busca en la constitución geológica de los terrenos la explicación de su aspecto, de sus formas exteriores, el principio de las influencias diversas que ejerce el terreno tanto sobre la naturaleza inorgánica como sobre los seres vivos. Otras causas concurren sin duda también a determinar la fisionomía de las regiones. Si en lugar de estudiar una región restringida como Francia, se estudiasen amplias superficies continentales, habría que fijarse primero en el clima; en la fisionomía de las grandes zonas terrestres las consideraciones procedentes del clima son incluso más importantes que las causas geológicas. El régimen de las lluvias, por la influencia que ejerce sobre la vegetación, puede, independientemente de toda diferencia geológica, modificar la fisionomía de las regiones.

Pero, sin renunciar a beber en otras fuentes, la Geografía no pierde nunca de vista a la geología. Incluso cuando las dos ciencias gemelas parecen divergir, no se mantienen extrañas entre sí. No se comprende exactamente el terreno más que cuando se está en condiciones de remontarse hasta los orígenes de su formación. Ocurre con la historia de la tierra como con la de los hombres; el presente está demasiado estrechamente ligado al pasado para que pueda ser explicado con exactitud sin él.

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3 comentarios:

Manu dijo...

6.- Vidal de la Blache: Las divisiones fundamentales del territorio francés

El texto de Vidal explica su forma de ver la descripción de las regiones, su metodología, forma de afrontar el estudio, e importancia en los distintos niveles de enseñanza.

Para él, la forma de división del territorio en regiones y el orden con que se agrupen, es lo que permite llamar ciencia a la geografía. Y dado el rango de ciencia, es indiscutible que así sea enseñada: no como una nomenclatura, que sería para el autor una simple enunciación descriptiva de las regiones. Por tanto, centra su objeto de estudio en el mecanismo científico por el cual se divide el territorio en regiones, más que en el estudio de las propias regiones (en este caso).

Además de vincular la geografía a la ciencia, la une a la correlación, como finalidad de la geografía, lo cual no diverge en exceso de anteriores autores. Será el método y la falta de búsqueda de lo universal, poniendo especial atención en lo local, lo que supone un verdadero cambio en la forma de hacer geografía.

Otro paso clave para su geografía, es que sea capaz de reproducir la esencia de los territorios, lo llama “ese algo vivo”, para lo cual, no hay detrás un método científico.

Tratará de explicarlo con el caso de Francia, que es para él, el ejemplo de agrupación de regiones. Deja claro que no se refiere a las regiones administrativas, ya que en ocasiones coinciden con las regiones geográficas, pero por lo general no. Para establecer regiones, afirma que no se podrá realizar en base a un solo elemento, ya que eso nos daría resultados erróneos. Por tanto, no establece una metodología algorítmica, sino perceptiva, a través de la observación personal.

Para él, el origen de las regiones, está en la historia, ya que es la forma de vivir de los habitantes la que genera la región. Hay una relación de retroalimentación entre el hábitat y sus habitantes. Establece incluso en el saber popular la base de la observación científica, lo que a priori pudiera parecer una clara contradicción, con la propuesta que hace Vidal para la enseñanza: no se deben enseñar las regiones geográficas por su complejidad, sino que debe servir de base de inspiración para los docentes. Si el conocimiento popular es su base, ¿no sería incluso más sencillo de enseñar en las escuelas?

Al final del texto, Vidal se hace la pregunta: cuál es la base para las divisiones de países. Sorprendentemente, utiliza un criterio base, en contradicción con la propuesta anterior de la correlación de elementos, estableciendo los tipos de suelo como criterio fundamental. Primero a través de la geología-geomorfología, aunque posteriormente lo relativiza considerando que el clima puede incidir a través de la vegetación aún más en los suelos.

A forma de corolario, sitúa a la historia como base fundamental de nuevo: tanto la historia geológica como la historia humana. En mi opinión, se trata de un método bastante contradictorio. Y creo que la causa radica en la poca metodología de Vidal, que fundamentalmente se guía de su percepción y conocimientos a la hora de establecer las regiones, y se le hace complicado explicarlo.

Sin embargo, utiliza en numerosas ocasiones ejemplos prácticos para explicar sus afirmaciones, muchas veces en forma de preguntas, lo que hace que el texto sea muy pedagógico y fácil de leer y entender. Esto se explica conociendo que fue docente buena parte de su vida.

Es un texto paradójico: siendo el más fácil de leer en lo formal, es sin embargo el más contradictorio en cuanto a contenido.

dani dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
dani dijo...

P. VIDAL DE LA BLACHE
“LAS DIVISIONES FUNDAMENTALES DEL TERRITORIO FRANCÉS”
IDEA PRINCIPAL
Vidal de la Blache reflexiona sobre el concepto de región y divide Francia en regiones naturales.
RESUMEN BASICO
El autor comienza el texto aclarando lo que para él es una región como objeto de estudio de la ciencia geográfica, es decir, un espacio donde se conjuntan los factores naturales y antrópicos siendo peculiar con respecto a las regiones aledañas. Continúa con el ejemplo de Francia para terminar razonando sobre las aplicaciones del estudio de la región geográfica y las ventajas frente a la región meramente natural o a las divisiones administrativas.
COMENTARIO CRÍTICO
Vidal de la Blache entiende que la geografía es la correlación o conjunción de los distintos componentes del medio. El método seria el inductivo porque está basado en la observación como nos muestra en el ejemplo, basado en un objeto de estudio que es la región y objetivo que es la interpretación de los distintos factores que interactúan en un territorio mediante la división regional.
El autor utiliza un lenguaje geográfico correcto y destaca en el texto la utilización de la palabra “país“ para añadir el factor humano a la palabra región.
CRITICA PERSONAL
Podemos apreciar claramente en este texto el concepto de “género de vida” al hablar de “país” como la división regional popular que realizan los lugareños. Este concepto junto al propio de región es nuevo para la época y rompe con la linealidad temporal del análisis geográfico tradicional, conjuntando todos los agentes tanto naturales como humanos modificadores del medio. Esta formulación teórica tiene cabida en la actualidad así que podemos considerar al autor como un pionero e influenciador en las posteriores formas de hacer geografía, como demuestra su alta vinculación con la escuela geográfica francesa. Como aspecto negativo es que la geografía de Vidal de la Blache, y este texto da fe de ello, es que es meramente descriptiva y no entra en el análisis de los distintos hechos ni en la causalidad de los mismos.