I
Los geógrafos que han escrito sobre el objeto y naturaleza de la geografía comienzan con frecuencia de forma apologética, como si tuvieran que justificar su misma existencia. Y extrañamente —o quizás no tan extrañamente, psicológicamente hablando— llegan a reivindicar demasiadas cosas. En tales escritos la geografía, junto con la historia, aparece como la "ciencia integradora", completamente distinta a las otras disciplinas y cuya única importancia encuentra su expresión en los métodos especiales que debe usar para alcanzar sus profundos resultados. Por desgracia, los resultados reales de la investigación geográfica, aunque no deben ser minimizados, están un poco faltos de estas profundas y grandiosas visiones que uno esperaría de tan exuberantes caracterizaciones de la disciplina. En realidad el desarrollo de la geografía ha sido más lento que el de algunas de las otras ciencias sociales, como por ejemplo la economía. Parte de este retraso quizás se deba a las irreales ambiciones que ha hecho nacer la confusa idea de una única ciencia integradora con una única metodología propia. Por otra parte, no hay necesidad de defensas que con mucha frecuencia preceden a lamentaciones exageradas. Después de todo, la existencia de una disciplina es principalmente un resultado de la división del trabajo y no necesita ninguna justificación "metodológica" En este obvio sentido la geografía es sin ninguna duda un importante campo.
Con el desarrollo de las ciencias naturales en los siglos XVIII y XIX quedó claro que la mera descripción era insuficiente. La descripción, incluso si es seguida por una clasificación, no explica la forma en que se distribuyen los fenómenos en el mundo. Explicar los fenómenos que se han descrito significa siempre reconocerlos como ejemplos de leyes. Otra forma de decir lo mismo es insistir en que la ciencia no está tan interesada en los hechos individuales como en los patrones que presentan. En geografía las variables fundamentales desde el punto de vista de la elaboración de patrones son naturalmente las espaciales, están regidas por leyes. Para esta nueva clase de trabajo deben facilitarse instrumentos en forma de conceptos y leyes. De aquí que la geografía tenga que ser concebida como la ciencia que se refiere a la formulación de leyes que rigen la distribución espacial de ciertas características en la superficie de la tierra. Esta última limitación es esencial: con el notable desarrollo de la geofísica, la astronomía y la geología, la geografía ya no puede seguir tratando de todo nuestro planeta, sino sólo de la superficie del mismo y "de los fenómenos terrestres que ocupan su espacio" .
Humboldt y Ritter reconocieron como el objeto fundamental de la geografía el estudio de la forma en que los fenómenos naturales, incluyendo el hombre, se distribuyen en el espacio. Esto implica que los geógrafos deben describir y explicar la forma en que las cosas se combinan "para ocupar un área". Naturalmente estas combinaciones se modifican de un área a otra. Áreas distintas contienen distintos factores o los mismos factores en diferentes combinaciones. Tales diferencias, bien en la combinación de factores o bien en su disposición de un lugar a otro, constituyen el fundamento de la noción, de sentido común, de que las áreas son diferentes. Siguiendo a los geógrafos griegos este punto de vista es denominado corográfico o corológico, según el nivel de abstracción. La geografía, pues, debe prestar atención a la disposición espacial de los fenómenos en un área y no a los fenómenos mismos. Lo que importa en geografía son las relaciones espaciales y no otras. Las relaciones no espaciales existentes entre los fenómenos en un área constituyen el objeto de otros especialistas tales como los geólogos, antropólogos y economistas. De todas las limitaciones que afectan a la geografía ésta parece ser la más difícil de observar para los geógrafos. Incluso, a juzgar por algunas investigaciones recientes, los geógrafos no siempre distinguen claramente entre, por ejemplo, las relaciones sociales, por un lado, y las relaciones espaciales entre factores sociales por otro. Realmente, puede decirse sin exagerar que la mayor parte de lo que se encuentra en un área determinada es de primario interés para otros científicos sociales. Por ejemplo, las conexiones entre ideología y comportamiento político o las existentes entre los caracteres psicológicos de una población y sus instituciones económicas no conciernen al geógrafo. Si intenta explicar tales cuestiones el geógrafo se convierte en un aprendiz de todo y oficial de nada. Lo mismo que los otros especialistas el geógrafo haría mejor en cultivar su especialidad, es decir, el estudio de las leyes referentes a la organización espacial. Pero ello no significa que algunas de estas leyes "geográficas" no sean de interés a otras disciplinas.
Kraft, comentando a Humboldt y a Ritter, coincide con ellos en que la geografía es, por lo menos potencialmente, una ciencia que trata de descubrir leyes; en que está limitada a la superficie de la tierra; y en que es esencialmente corológica. Incidentalmente, piensa también que esto basta para situar a la geografía lógicamente aparte, como una disciplina independiente.
El punto de vista corológico enfrenta a la geografía con un problema que ha producido más malentendidos y controversias metodológicas que cualquier otro. Las investigaciones de los geógrafos, sean geógrafos físicos, económicos o políticos, son de los diferentes tipos: sistemáticas o regionales. Una región contiene, sin duda, una combinación singular, única, e incluso en algunos aspectos uniforme, de especies o categorías de fenómenos. El detalle con que el geógrafo regional describe, enumera o cataloga estos rasgos al comienzo de su investigación depende, naturalmente, del tamaño de la región considerada. A continuación deseará reunir información sobre la distribución espacial de los individuos en cada clase. Pero también esta información pertenece a sus datos más que a sus resultados, pues en realidad no va más allá de la mera descripción. Su tarea específica como científico social comienza solamente en esta fase. Primeramente debe tratar de hallar estas relaciones existentes entre los individuos y las clases en virtud de las cuales el área considerada posee ese carácter unitario que hace de ella una región. En segundo lugar, debe identificar las relaciones que existen en dicha área particular como ejemplos de las interrelaciones causales que —en virtud de leyes generales entre tales características— mantienen en todas las circunstancias conocidas los individuos, las clases o cualesquiera otras categorías que se posean. Este segundo paso conduce, pues, a una aplicación de la geografía sistemática al área en cuestión. Sólo cuando se han dado estos dos pasos puede decirse que se ha logrado un conocimiento científico de la región.
Llegamos así a la geografía sistemática. Su método no es diferente en principio del de cualquier otra ciencia social o natural que trate de establecer leyes o -lo que significa lo mismo- haya alcanzado la fase sistemática. Las relaciones espaciales entre dos o más clases específicas de fenómenos deben ser estudiadas en toda la superficie terrestre para poder obtener una generalización o ley. Aceptemos, por ejemplo, que encontramos dos fenómenos que se dan frecuentemente en el mismo lugar. Puede entonces formularse una hipótesis que establezca que siempre que en un lugar aparezcan los miembros de una clase, los de la otra clase aparecerán también allí, bajo las condiciones especificadas por la hipótesis. Para comprobar tal hipótesis el geógrafo necesitará un número suficiente de casos y de variables más amplio que el que puede encontrar en una sola región. Pero si ello es confirmado en un número suficiente de casos, entonces la hipótesis se convierte en una ley que puede ser utilizada para "explicar" situaciones aún no consideradas. Las condiciones actuales de nuestra disciplina muestran un estado de desarrollo, bien conocido de otras ciencias sociales, en el cual la mayor parte de los geógrafos todavía están preocupados con las clasificaciones en lugar de tratar de establecer leyes. Ya sabemos que la clasificación es el primer paso en cualquier tipo de trabajo sistemático. Pero cuando no llegan a darse los otros pasos que siguen lógicamente y la clasificación llega a ser el fin de la investigación científica, entonces el campo científico de que se trata se hace estéril.
La actual falta de claridad acerca del papel relativo y de la importancia de la geografía regional y de la sistemática puede probablemente ser rastreada según la preferencia dada a una u otra en los distintos períodos de la historia de la disciplina. Por ejemplo: el geógrafo físico, al sentir más de cerca el impacto del desarrollo de las ciencias naturales, sintió a veces la necesidad de instrumentos específicamente propios en la forma de funciones, reglas o leyes. La geografía física tuvo por ello una fase, a fines del siglo XIX, en que se concentró sobre la investigación sistemática a expensas de los estudios regionales. Algunos de estos autores aparentemente sintieron que la investigación regional, al no conducir directamente a la formulación de leyes, no valía la pena de ser realizada y por consiguiente debía ser abandonada. Posteriormente, a comienzos de nuestro siglo, cuando el interés comenzó a desplazarse hacia la geografía social o humana, los geógrafos sociales, en buena parte como reacción frente a esta exclusiva concentración en los estudios sistemáticos por parte de los geógrafos físicos, desdeñaron los someros esfuerzos sistemáticos que, en ausencia de una adecuada ciencia social a la que recurrir, intentaban hallar las leyes que regulaban los aspectos espaciales de las variables sociales. Cualquier generalización, claramente reconocida como tal fue considerada vacía y poco práctica por estos autores; la geografía regional aparecía ante ellos como la única ocupación honorable. A estos hombres debemos la masa de la bibliografía descriptiva que, naturalmente, contiene mucho material valioso. En aquellos casos en que superaron sus creencias metodológicas actuaron con gran percepción o mas bien con una especie de intuición artística. Pero, en cambió, en todos sus escritos metodológicos se alineaban con los oponentes del método científico.
Todas estas confusas controversias duran todavía, hasta el punto de que aún hoy pocos artículos o libros están libres de ellas. Hay, sin embargo, un pequeño progreso. Casi nadie pretende hoy que uno u otro de los enfoques, el regional y el sistemático, sea totalmente inútil y deba ser por ello abandonado. En su versión contemporánea la discusión adopta la forma del viejo cuento del huevo y la gallina, discutiendo todavía la importancia relativa de la investigación sistemática y de la regional. Hettner creía que el núcleo de la geografía era lo regional. Hartshorne pensaba que la geografía sistemática es realmente indispensable para la investigación regional; cualquiera que lo prefiera, o que por temperamento sea apto para ella, deberá al mismo tiempo cultivar la sistemática, aunque opinaba que el corazón de la geografía es, a pesar de todo, el estudio regional. Imaginemos, por ejemplo, a un físico contemporáneo manteniendo que la física teórica tiene su lugar y que a sus devotos se les debería dejar en paz, pero que el corazón auténtico de la física es lo experimental; o un economista que cree que sólo el estudio de la economía "regional" actual o pasada es economía en sentido propio, mientras que la parte sistemática de la economía la que formula sus leyes, es simplemente un esotérico entretenimiento.
Ni Humboldt ni Ritter se preocuparon por estas pseudodeducciones. Comprendieron con claridad que la geografía sistemática trata de formular las reglas y leyes que son aplicadas en geografía regional. Humboldt se dio cuenta de que la formulación y comprobación de leyes es el más elevado objetivo al que puede aspirar un científico. El geógrafo sistemático, al estudiar las relaciones espaciales entre un limitado número de clases de fenómenos, llega por un proceso de abstracción a leyes que representan situaciones que son artificiales en el sentido de que sólo un número de factores relativamente reducido son causalmente operativos en cada una de ellas. Prácticamente ninguna ley individual de este tipo, ni incluso un cuerpo de leyes, convendrá completamente a una concreta situación. En este sentido no polémico cada región es, desde luego, única. Sólo que esto no es peculiar a la geografía. Como en todos los campos de la ciencia, la aplicación conjunta de las leyes disponibles es el único camino para presentar y explicar el caso de que se trate. Hasta qué punto podrán explicar las leyes conocidas y qué complejas situaciones podrá aprender un científico, es una cuestión de grado que depende del nivel de desarrollo de la disciplina. Ritter, uno de los primeros geógrafos modernos, no tenía ningún conocimiento sistemático a su disposición. Consciente de esta limitación, mantuvo la geografía regional, que fue la que atrajo particularmente su atención, en un nivel puramente descriptivo. Pero desde luego no elevó a virtud su elección y no dedujo ningún principio metodológico de lo que era una limitación práctica. Inversamente, la geografía regional no tiene por qué sentirse inferior a la rama sistemática. Porque la geografía sistemática tendrá siempre que obtener sus datos de la geografía regional, al igual que la física teórica contará siempre con los trabajos de laboratorio. Más aún, la geografía sistemática recibe una gran orientación de la geografía regional en lo que respecta al tipo de leyes que debería buscar. Porque, insistimos, la geografía regional es como el laboratorio en el que las generalizaciones del físico teórico deben soportar la prueba de la experimentación y la verdad. Parece que puede decirse, pues, como conclusión, que la geografía regional y sistemática son aspectos inseparables e igualmente indispensables de nuestra disciplina.
Quizás una de las causas de la innecesaria discusión entre los sistemáticos y los regionalistas sea puramente psicológica. No todo buen físico teórico será también un buen físico experimental, ni viceversa. Generalmente la habilidad para organizar una ciencia teóricamente no va siempre asociada con un interés igual y una aptitud parecida en la recolección de sus datos. Igualmente, la aplicación de leyes a situaciones concretas exige una aptitud especial. Pero no hay ninguna razón para que tales diferencias temperamentales tengan que ser elevadas a posiciones pseudometodológicas.
Hettner, al igual que Kraft, habló de los enfoques complementarios que originan un “dualismo” que sitúa a la geografía aparte de todas las otras disciplinas. Ya debería estar claro que en realidad no hay en todo ello nada exclusivo o peculiar de la Geografía. Si el término se utiliza para expresar oposición o conflicto, entonces es frecuentemente confundidor. Sin embargo, este llamado “dualismo” ha sido citado en apoyo de la pretensión de que la geografía es una disciplina metodológicamente única. Tampoco la complejidad de la situación con la que se enfrenta el geógrafo regional es en ningún sentido tan fuera de lo ordinario para que éste tenga una tarea singularmente difícil de “integración”, según otro significado del brillante término. Muy al contrario; está al mismo nivel que los otros científicos sociales. Cuando el economista aplica sus generalizaciones o leyes a un orden económico dado no solamente trata con la complejidad de la situación puramente económica, sino que tiene en cuenta los factores políticos, psicológicos y sociales que las influyen. Esta es, después de todo, la esencia de la llamada economía institucional. Similarmente, un sociólogo que analiza una determinada sociedad primitiva, o una comunista o agraria, se enfrenta con situaciones muy complejas. En el lenguaje pretencioso de algunos geógrafos, tal sociólogo “integra” no sólo fenómenos heterogéneos, sino también, claramente, leyes heterogéneas. Decir que la tarea de estos científicos es menos compleja o menos integradora que la de los geógrafos no tiene sentido. Si acaso es aún más compleja, pues la tarea específica del geógrafo en el análisis de una región se limita sólo a las relaciones espaciales. En consecuencia, aun el más completo análisis geográfico de una región proporciona sólo un conocimiento parcial de ella. Después de que la investigación geográfica haya sido realizada todavía queda mucho trabajo antes de comprender completamente la estructura social de esta región. Esto es obvio; porque ¿cómo podría alcanzarse tal comprensión sin considerar ni siquiera factores tales como la ecología, la economía, las instituciones y las costumbres de la región? En cierta manera, el geógrafo proporciona sólo el marco para posteriores estudios de otros científicos sociales. Es por ello absurdo mantener que los geógrafos se distinguen entre los científicos debido a la integración que realizan de fenómenos heterogéneos. La geografía no tiene nada de extraordinario en este sentido. Puede incluso suponerse que esta noción es una pervivencia del tiempo en que no existían ciencias sociales y las ciencias naturales estaban poco desarrolladas, y en que esfuerzos tan pintorescos y enciclopédicos como la historia natural y la cosmografía ocupaban aún su lugar.
Hemos visto que existe un amplio grupo de ideas que son variaciones de un mismo tema: la geografía es muy diferente de las demás ciencias sociales, metodológicamente única, por así decirlo. Esta posición influyente y persistente en sus diversas variaciones merece un nombre particular. Yo la denominaré
excepcionalismo y por el momento investigaré acerca de sus raíces históricas.